martes, 6 de mayo de 2008

P12 La Boda

El día de la boda

Cuando dije por primera vez que me casaba, nadie se lo tomó en serio. Pasaron entonces varios años en los que la necesidad apremiante de matrimonio, iba y venía a golpes de análisis de orina. Sally fue siempre un desastre en lo relativo a regularidad, y las primeras canas nos salieron esperando la regla. Estábamos ya muy cansados de anunciar nuestra boda, para desmentir la noticia días mas tarde. Por favor, no quiero que se entienda que Sally y yo nos casamos sólo por esto, pero durante las muchas crisis que padecimos lo pasamos tan mal que debió ser un factor importante en la decisión.

Además teníamos una ilusión tremenda. Lo que sigue es una copia literal de unos párrafos de una carta, en la que describía la vida que suponía que llevaríamos cuando por fin viviésemos juntos.


Luanco 12-7-71
11 noche

Querida Sally:

Hoy me permito el lujo de soñar. Sueño que todo va sobre ruedas. A tí te hacen fija en Iberia, yo voy adelantando en mis estudios. Vemos la vida con un cierto optimismo, y por fin nos casamos. Tú con traje corto, (con largo pareces una enana), monísima pintada y arreglada. Yo con chaqueta de sport y un jersey de cuello subido finito. La boda se celebra en un pueblo. Asisten nuestros padres, (que están ya cási convencidos de que no estamos haciendo un disparate), Maria, Carlos, Julia, Miguel Angel, Chencha, Rafa, Jano, Antonio, Ripoll y Pity. No puede faltar Esteban, con cara de chiste verde. Ni Merino, que llegará tarde, pero a tiempo para soltar la última broma... Con todos ellos vamos a la taberna de la calle principal, donde tomamos unos vinos, y unos tacos de jamón. No hay para todos, pero María dice que con el régimen...

Mas tarde nos retiramos. Tú te pones un jersey rojo encima del traje, y quedas vestida como en un día normal. Besos a todos, despedidas... Luego al hotel. Una habitación aislada. Palpamos las paredes y suenan a macizo. La cama grande, con dosel. Por esta vez, de matrimonio. Algo nerviosa tú te vas al baño, con el camisón en la mano. Cuando sales yo ya estoy en pijama, pero nos cruzamos cuando yo voy al cuarto de baño, a lavarme. Luego te poseo como no lo había hecho nunca. Por primera vez lo hago con mi única y verdadera esposa. Tú entras en un orgasmo agitado, berreas y jadeas. Al tiempo los dos caemos en un sopor. Nos abrazamos hasta dormirnos. Entonces, dejamos de hacer fuerza, y los cuerpos se separan. Al día siguiente me despierto por la luz. Tú, vuelta de espaldas, duermes aún. Te doy un beso en los labios, y me levanto. Me visto, y cuando salgo del cuarto de baño ya estás despierta. Nos abrazamos...

Al cabo de quince días la vida comienza a ser normal. Por la mañana te vas al trabajo en Barajas y yo a la Escuela. Nos encontramos a la hora de comer. Te recojo con la Sanglas y vamos a casa de tus padres. En la mesa discutimos sobre la posibilidad de que te compres un coche. Tú quieres un Mini y a mi me parece mejor un 2CV. Tu padre dice que el 600 es un buen coche, y además es mas barato. Al fin parece que prevalece esa opinión y tú te quieres lanzar a comprarlo enseguida. No es posible. Primero hay que ver como acabamos este mes, descontando los gastos extras por ser el primero. El mes que viene calcularemos si puede ser.

Por la tarde nos vamos a casa. Tú haces las camas y "soplas" el polvo. Es pequeña y se arregla en un minuto. Yo me encierro en mi "cuartin" a empollar a fondo. Después te pones una bata cómoda y te vas allí a leer. Luego bajamos a tomar una caña y tú compras lo de la cena. Al subir, yo quiero dar un toque al proyecto de electrónica, pero te pones pesada a diciendo que tienes hambre, y lo dejo. Cenamos pronto y te enfadas un poco conmigo, por mi manía de comer rápido. Mientras tú friegas, yo vuelvo a mi proyecto. Llamo a un compañero por teléfono, y quedamos para terminarlo al día siguiente. Luego se enrolla con nó sé que asunto, y siento unos brazos que me rodean el cuello por detrás. Sin terminar la conversación dejo al pelma de ______ y me vuelvo. Tú haces un "mmmmm" con la nariz, y me coges de las manos para arrastrarme a la alcoba. Hago como si no quisiese y tuviese que hacer no sé qué en el "cuartin", pero me vences. Caemos en una de las camas, (algún día deberíamos decidir cuál es la tuya y cuál la mía). Todavía yo me escapo para la otra, pero será la última vez que siga mi juego. Cuando te he quitado la bata y tú terminas de desnudarme, suena el teléfono. Nos quedamos cortados, pero decidimos no cogerlo. Tú te vas a levantar, pero yo te agarro de una mano y te devuelvo a la cama. Todavía sonará otra vez antes de terminar el acto. Luego yo no puedo dormir pensando quién sería, así que me levanto, y aprovecho para echar un pitillo. Cuando vuelvo, estoy completamente desvelado. Te quito la manta y te quedas boca abajo, desnuda, sin despertarte. Algo excitado, te doy una palmada, pero te cabreas, y nó sé qué dices. Por fin me duermo en la otra cama, que está fresca.

Cuando despierto por la mañana no te veo, pues ya te has ido al trabajo. En el espejo del cuarto de baño veo escrito con jabón "GUARRO", que es el símbolo que muestra que te fuiste caliente. Yo no me enteré de nada, pues me tomé una píldora de las que tú escondes.

Me voy a clase, y en una hora libre repaso los gastos. A pesar de comer casi todos los días en la casa de tus padres o en la de mi madre, la cosa no va muy boyante. Se escapa el dinero a "espuertas", el 600 tendrá que ser de segunda mano, pero conociéndote lo temo. Me veo arreglando pijadas todos los días. Prefiero no decir nada, pero sé que antes o después, tú saltarás. Después me olvido del asunto, con el follón de las clases.

Ripoll me espera a la salida y se lía a contarme cosas. Como hoy comemos en casa, le invito y se viene. Al llegar a casa te encuentro en combinación. Suerte que Ripoll se quedó atascado con el coche en el tráfico. Un tanto seco te digo que te vistas, y justo cuando sales suena el timbre. Tú que no te habías enterado de nada, sigues cabreada. Abro la puerta, y Ripoll, ¡Cómo no! trae una bandeja inmensa de pasteles. Así y todo hay que bajar por fiambre, pues no contabas con visitas.

Nos reímos a mandíbula batiente, como siempre que estamos con él. No hay ni café, ni cognac. Bajamos al bar y paga Ripoll. Yo haciendo que busco la cartera por los bolsillos. Lo nota y me pregunta cómo andamos de perras. Contesto con una evasiva. Se empeña en invitarnos al cine, que no hemos ido desde hace mucho. Hay una bronca por lo que tardas en arreglarte, y te pones de "morros". Ripoll está algo cortado, pero yo le hablo como si no estuvieses, y eso es lo que mas te molesta. Hablamos del portaequipajes gigante que estoy haciendo para la moto, para poder ir a Luanco con todo. También le cuento cómo tengo planeado el viaje, parando a menudo porque tú, el estorbo, te cansas enseguida.

Después del cine nos deja en casa y en el ascensor, tú te echas a llorar. Luego te encierras en el cuarto y cuando entro te encuentro dándome la espalda en el extremo de la cama. Me desvisto y apago la luz. Después oigo que sigues llorando. Me acerco y te acaricio la cabeza. Entonces tú saltas como no te había visto en mi vida, y me cantas las cuarenta: Que si soy un desgraciado y un egoísta, que sólo pienso en mí... Hasta me das puñetazos en el pecho. Te agarro las manos, primero con fuerza, y luego con dulzura. Te pido un beso. Al cabo de un momento, me lo das. El muro se ha deshecho. Cuando la pasión acaba, noto que me escuece la espalda de tus uñas. Mañana en el espejo pondrá "TE QUIERO".

Cartas como ésta hay a montones. Al leerlas ahora me asombra lo obsesionado que estaba por el tema del dinero. Parece que era esencial que convenciese a Sally que si nos casábamos pronto, la vida no sería un mar de rosas. También es chocante mi obsesión por que fuese pintada y arreglada.

Entre sus cartas, hay otra muy curiosa en la que me pone a caldo por decir que no quería tener hijos durante los primeros años. Si un psicólogo hubiese leído con atención esas cartas, hubiese podido advertirnos de la mayor parte de los problemas que tuvimos en la vida real.

De todos nuestros amigos, fuimos los primeros en casarnos. Nos siguieron de cerca Antonio y Miriam, que lo estuvieron haciendo a diario, intentando que ella se embarazase, y naturalmente enseguida lo consiguieron. El mismo día de nuestra boda nos informaron que ya estaba hecho. Miriam tenía diecisiete años.

Debo decir que cuando volví de Inglaterra, y vi el piso que Sally había preparado con todo el amor de su corazón, me llevé un poco de chasco. Aquel era un pisito burgués, correctamente amueblado, con cortinas y visillos, en vez del bohemio apartamento con cajones para sentarse "contigo pan y cebolla" que yo había imaginado.

También surgió un problema inesperado con mi madre. A última hora, se empeñó en que si ninguno de los dos éramos creyentes, deberíamos casarnos por lo civil, y no por la Iglesia. Era el año 73. Incluso muchos años mas tarde, cuando se casó Julia, casarse por lo civil resultaba extremádamente complicado. Primero había que hacer un documento renunciando a los sacramentos. Poco menos que te autoexcomulgabas. Además, aún no había juzgados especializados en matrimonios civiles, por lo que para casarse, había que ir a los Juzgados de la calle Bravo Murillo, en los que un funcionario con manguitos, podrá parecer una exageración pero lo vi con mis propios ojos, después obligar a la pareja y los padrinos a acudir al juzgado tres o cuatro veces, y hacer que volviesen porque faltaba tal papel, o tal póliza, informaba sin ninguna solemnidad a los presentes que la pareja, por fin, se encontraba en estado de matrimonio.

Afortunadamente, el asunto de nuestra boda se resolvió favorablemente. Nos casamos por la Iglesia, pero el cura accedió a que se celebrase una ceremonia muy simple. No hubo ni Misa, ni Comunión. Una pequeña homilía, "quieres a Santiago por esposo...", firmamos y para casa, o mejor dicho, para el coctel en el Hotel Eurobuilding.

Una anécdota curiosa. El mismo día de la boba, mientras me afeitaba, mi hermano Tino, viéndome tan joven, me trató de explicar que las primeras relaciones sexuales a veces no resultan exactamente como uno se imagina, y que la pareja necesita un cierto tiempo para adaptarse. Conociéndole, pienso que tengo que estar muy agradecido por sus palabras. Me consta que es tímido, y lo habrá pasado fatal hablando de un tema para él tan escabroso. Lo que es seguro es que no dudaba de mi virginidad y por lo tanto pensaría que sus consejos me iban a resultar muy útiles.

Me acuerdo con agrado de la noche de bodas. Recuerdo haber tenido la sensación de que por primera vez, lo hacía sin el temor de que alguien pudiese venir en cualquier momento, y pillarnos. Sensación de posesión. De que en el futuro, el acto se repetiría cuantas veces yo quisiera. Un conjunto en fin de sensaciones placenteras.

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