martes, 6 de mayo de 2008

P9 Sally

Aparece Sally en mi vida.

Mi situación de soltero y sin compromiso duró poco tiempo. En la primavera del 68 conocí a Sally.

Habíamos organizado un guateque en mi casa, y nos habían fallado dos o tres chicas. Estábamos en la terraza de Galatea, en el Boulevard de General Mola. El sitio todavía existe. Es una cervecería que se había especializado en perritos calientes. Los perritos en aquella época eran una novedad. Además, no sé de dónde sacaban entonces los bollitos de pan. El Bimbo no existía. En Galatea tenían un aparato, como con seis pinchos eléctricos, donde calentaban el pan. Después sacaban una salchicha de un recipiente con vapor, y la introducían en una mostaza ligera. Al introducir la salchicha en el agujero caliente producido por el pincho, la mostaza rebosaba por el pan, y desprendía un olor muy característico. Eran los mejores perritos que he tomado en mi vida. Veinticinco años mas tarde volví a Galatea. Por supuesto pedí perritos y cerveza. Los perritos me parecieron mucho peores de lo que recordaba, con una salchicha seca de color pardusco. Lo único que me gustó fue reconocer a uno de los camareros. No pude contenerme, y le pregunté si llevaba 25 años trabajando en el local, o la persona que yo había conocido era su padre. Debió gustarle mas el cumplido que la propina, y me confirmó sonriente que no era su padre.

Si la cervecería todavía da perritos, en cambio, el Boulevard hace ya muchos años que se lo tragó el tráfico. Además ahora la calle ya no se llama General Mola, sino Príncipe de Vergara. No somos nadie.

Sally estaba con María en una mesita no muy lejos de la nuestra. Las dos iban vestidas igual, con una falda escocesa a cuadros amarillos y negros, un jersey también negro y medias oscuras, a juego con el jersey. Aquel día también a ellas las había fallado el plan, de forma que no fue difícil convencerlas.

En casa la estuve sacando a bailar mas veces de lo normal, para demostrar que me interesaba. Sally dice que estuve toda la tarde pesadísimo poniendo una y otra vez el disco de Mis gaviotas de J.M. Serrat.

Quedamos para volvernos a ver en Colón. Yo ya no me acordaba, pero hace años Sally me contó que cuando llegó a la puerta del Carlos III, yo estaba allí plantado, haciendo girar de la cadena un reloj de bolsillo que tenía, para demostrar que estaba harto de esperar. Ese día, la llevé andando desde Colón hasta la Plaza de Castilla sin parar ni a tomar una Coca-Cola. Por el camino, la conté mi vida: mis aventuras por el fondo de los mares, las historias de mi amigo Rafa y sus exposiciones de pintura abstracta, mis amigos borrachos de Luanco, las actuaciones de mi grupo (¿Debo decir conjunto?) de Rock and Roll, mis anteriores amores, Paloma... A pesar del tercer grado al que la sometí, aceptó salir conmigo una vez mas.

Al tercer día de salir con ella , me declaré. Fue en una de las mesitas que hay cerca de la Escuela de Industriales. Como no acababa de convencerse la tuve que demostrar que era imposible que no me quisiese. Platón y Aristóteles se hubiesen quedado boquiabiertos con mi razonamiento. Pero a ella la valió de sobra. A partir de ese día, allá por Mayo del 68, éramos novios.



El noviazgo

Durante los siguientes seis años, salimos juntos. Al principio, sin consentimiento de mis futuros suegros, que no dejaban que la niña saliese con chicos. Cada vez que nos veíamos, Sally tenía que inventar un plan complicadísimo involucrando a María y a Julia. Oficialmente, cada Sábado se iba al cine con sus amigas. Por suerte, Hortensia y Pepe no eran asiduos al cine, de forma que no era problema inventarse el argumento de las películas.

Nuestras primeras discusiones se produjeron por mi exigencia de besar y ser besado. Así como no guardo las cartas de Ana, tanto Sally, como yo guardamos todas las que nos mandamos en aquella época. Lo que sigue es una trascripción fidedigna, eliminando algunas faltas de ortografía, de una carta de Sally, a las pocos meses de conocernos.

Madrid 1-6-68
Querido Santiago:

No te puedes imaginar lo que me ha costado escribirte, pero ahora me ha pillado un momento de melancolía, tristeza y aburrimiento, y claro, ha sucedido lo que me esperaba, (no he podido mas y he cogido el papel).

Sinceramente me sentó fatal lo que tu ya sabes, pero bueno, a lo hecho pecho, y ya está olvidado. Si quieres que te diga la verdad, lo que peor me sentó de todo fue que al final dijeras que ya no importaba nada (según me dijo María). Ya me explicarás porqué dijiste eso, si contestas, claro, que ya empiezo a dudarlo.

Estoy hecha un asco, no me apetece salir, ayer fue Domingo y me lo pasé en casa, sólo salí a Misa, y eso que me llamaron para ir a un guateque que no estaba nada mal, pero hijo mío, me has dejado desmoralizada por completo. María dice que nunca me ha visto tan rara (acostumbrada a que esté con ella todo el día de broma y ahora no me río por nada, y si me río es de desesperación y asco.)


Lo que mas me choca es que nos enfademos por una tontería como esa, bueno, que tampoco es una tontería pensándolo bien.

También pienso que te pones un poco pesado, siempre con lo mismo, ¿No te parece?

Claro que yo ya sé lo que estarás pensando, (si tú me dieses una razón para que no, etc... no me pondría tan pesado), yo ya te he dado para mí una razón; además me pone mala que por teléfono me preguntes que qué voy a hacer cuando te vea, parece que sólo piensas en eso, porque mas o menos, me diste a entender que si yo no cedía, no hacía falta que nos viésemos, y eso, la verdad, me sentó como un tiro. Yo no te dije que sí, pero no se si recordarás que tampoco te dije que no. A lo mejor, si te hubiera visto, te hubiera comido a besos pero después de ver que me lo preguntabas tanto te mandé a la porra (estás obsesionado por lo que veo no piensas mas que en ello).

Veo muy bien lo que dijiste de que dos chicos, después de haberse estado escribiendo durante el verano etc, al verse se den un beso, lo apruebo, pero no en medio de la "Rue", a plena luz del sol y en el Carlos III. Tu claro dirás, a mí la gente me importa poco, pero yo pienso que con la gente no hay que vivir, pero sí convivir, y mas yo que tú, por el simple hecho de que soy una chica y tú un chico, ¿No te parece Santiago?

Estoy pensando que a lo mejor ya me has mandado a la porra, todo puede pasar.

Me sentó muy mal que dijeras que te habías decepcionado, pues no tenías porqué decirlo porque todavía no sabías si yo hubiera cedido o no. Con esto yo no te digo que hubiera cedido a lo que tú me pides, porque como ya te he dicho, no sé lo que hubiera hecho al verte, ya sabes que soy muy corta. Tú dirás, no consiste en ser corta, sino en querer o no querer. Eso será según tú, porque yo no pienso así.

Como ya te dije creo que si tú hubieras empezado de otra manera, las cosas habrían sido de otra manera. Para mi, tu haces las cosas muy exageradas, (no se si lo entenderás).

Bueno, Santiago, si te molestó lo del teléfono lo siento, me puse que no había por donde cogerme, y me prometí a mi misma que ni por lo mas remoto te escribiría, y ya ves como cumplo lo que digo.

Me despido de ti con la esperanza que me escribas pronto.

Sally

La carta, a pesar de estar escrita por una niña de 16 años recién cumplidos, es propia del pérfido Maquiaveo. ¿Dará nuestra heroína un enorme beso en la boca a su novio cuando le vea la próxima vez?, ¿Cederá en todo lo que la pide?, ¿Volverán a verse los jóvenes amantes?...

Besitos aparte, nuestras primeros jadeos se produjeron contra el muro del Palacio de Justicia. Ahora cuando lo pienso me sorprende, pues ese sitio estaba vigilado por los temidos Grises. En otra zona del mismo edificio, no muy lejos de donde nosotros nos estrujábamos como si el otro fuese un tubo vacío de pasta de dientes, estaban los tristemente famosos Tribunales de Orden Público. Allí era donde procesaban a los acusados de delitos sociales, los "Rojos", y donde les caían tres años de cárcel por poseer una máquina ilegal de fotocopiar octavillas.

También nos veíamos en cafeterías. Me acuerdo especialmente de una, cerca de los nuevos Ministerios. La llamábamos La Pecera, aunque probablemente no se llamase así. Tenía dos pisos. Nos pasábamos horas y horas besándonos en el de arriba, en unos sofás comodísimos. Pedíamos un café, una Coca-Cola y un vaso de agua, y aguantábamos las miradas de odio de los camareros sin prestarles la menor atención. Por lo que recuerdo, casi todos los clientes de la cafetería eran como nosotros. Supongo que el local habrá quebrado.

Mas tarde, fui reconocido como novio oficial de "la niña", y esto me daba derecho a entrar en su casa. Incluso un año, mis suegros la dejaron venirse conmigo, un fin de semana a la casa de Luanco con mi familia, lo que causó cierto asombro entre mis parientes de Oviedo.

Sally dice que nuestro noviazgo no fue normal porque no nos veíamos los días de diario. De hecho, durante un año, tuve que ir todas las tardes a dar clases de Química a María, que vivía a unos metros de casa de Sally, y no solía acercarme después. Uno de esos días, viniendo de tomar unos vinos con los amigotes de la Escuela, perdí los apuntes que llevaba en el trasportín de la moto. Me volví y vi La Castellana repleta de folios con mi letra y los dibujos que hacía en la clase del "sopas". Me pasé una media hora recogiéndolos del suelo, algunos con las marcas de las ruedas de los coches.

Tampoco nos veíamos la mayor parte de los Domingos por la mañana. Yo los dedicaba a buscar piezas entre la chatarra del Rastro.

Yo sin embargo considero que fue una época relativamente feliz. Siempre fui fiel a Sally. No puedo estar seguro de que ella me fuese igualmente fiel, pero puedo decir que nunca tuvimos un problema de celos.

Recorrimos el camino del sexo. Primero con mucha prudencia, avanzando despacio, conquistando cada centímetro de terreno, cada temor al infierno, cada rugosidad de la piel.

No todo fue bello y perfecto, pero puedo decir que el largo período de noviazgo cumplió su cometido: nos hizo conocernos a fondo. Cuando nos casamos nadie podrá decir que lo hicimos engañados.

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