martes, 6 de mayo de 2008

P8 La Novia de Oviedo

La novia de Oviedo

Mi primera novia, en el sentido de ligue recíproco, fue Ana.
Ana era hermana de dos de mis amigos de Luanco. Ramón y Rafa Ceñal.



Ramón hacía pesca submarina conmigo. Bueno, para ser realista tengo que decir que hacer pesca submarina no describe exactamente lo que hacíamos. Nos bañábamos con unas gafas, tubo y un fusil de pesca submarina, y apuntábamos con poco éxito a los muiles (mujoles) y las mandiatas (maragotas). Cuando salíamos del agua, con los labios morados del frío, decíamos haber visto unos peces -así- e indicábamos con las manos un tamaño que oscilaba desde los quince a los cuarenta y cinco centímetros, debido a que no podíamos parar el temblor de los brazos. No es que pescásemos mucho, mas bien nada, pero sentíamos una atracción fortísima por el mar, por bucear.

He tratado sin éxito contagiar esta afición a muchos, Sally y los niños entre otros, pero nunca he podido compartir con nadie, sexo aparte, una pasión tan intensamente. Cada vez que el agua estaba clara en Luanco, cosa no demasiado frecuente, aparecía a las nueve de la mañana en casa de Ramón para sacarlo de la cama. Nuestra locura nos llevó a hacernos carnets del G.A.P.I.S., y a ahorrar todo el dinero que nos daban para comprar equipo. Cuando por fin conseguimos tener botellas, Ramón tuvo una experiencia desagradable. Algo relacionado con los tímpanos y un poco con el canguis. A partir de entonces, no es que dejásemos de ser amigos, pero ya nunca fue lo mismo.

Rafa Ceñal era bastante mayor, o lo parecía. Era el típico hermano primogénito de una familia mas que numerosa. Odioso, responsable, siempre vigilante de las escapadas de sus hermanos, especialmente de las escapadas de Ana.

Yo pienso que a pesar de que su frase era "a Papá vas", los hermanos Ceñal temían mucho mas a Rafa que a sus padres. Ramón padre parecía un hombre comprensivo y amable de trato. La madre de Ana, Terera, era una mujer joven y atractiva a pesar de los mil hijos. A Rafa en cambio lo único que le gustaba era ir por la noche a mariscar. Recuerdo haber salido con él muchas noches, para aplacar sus iras, o para comprar su silencio.

Ana fue el típico ligue de Verano, a pesar de que nuestro noviazgo duró mas de un Verano. De sus manos sentí las primeras caricias. Pero al decir caricias no hay que olvidar que estoy hablando de la España de 1966, y de dos críos de dieciséis años.

Íbamos al cine a hacer manitas, placer hoy en día seguramente desconocido, con la emoción adicional de tener a Rafa Ceñal atento a todos nuestros movimientos. Concretamente me acuerdo de estar en el cine comiendo pipas, las pipas eran obligadas en el cine de Luanco, y que Ana me echó la bronca por coger la bolsa con una mano, e intentar abrirla con la boca. El gesto podía hacer que su hermano Rafa notase que estábamos tocándonos.

Ana no era muy guapa, y tenía el pelo rizado. Además se lo lavaba con vinagre, lo que a mí me molestaba muchísimo cuando estaba bailando con ella. Pero tampoco estaba mal. Un día nos sorprendió ganando a correr a todos los de la pandilla, chicos y chicas, y sacándonos un buen trecho. Si hubiese nacido 25 años mas tarde estaría clasificada para los Mundiales de Atlanta.

Desde el punto de vista psicológico, ni siquiera Ana podrá imaginarse el bien que me hizo. Al fin, una chica me quería, a pesar de mis muchos defectos. Pero en el fondo, yo sabía que si P.G. me hubiese hecho la mas mínima señal, yo lo habría dejado todo, Anita incluida, y hubiese acudido a ella como en la canción de Carol King.

Recuerdo que pasamos un Invierno carteándonos casi todas las semanas. Me encantaría poder leer hoy esas cartas.

Una cosa rara, el carteo se producía a tres bandas. No entiendo porqué yo escribía a Isabel Pola por lo menos tanto como a Ana. Isabel era una amiga de la pandilla que salía entonces con otro, pero yo diría que sentía mucho aprecio por mi. Con la forma de hablar de aquel tiempo hubiese dicho "que le gustaba".

Todo el asunto de Ana se vino al traste por culpa de Gaspar.

Ana era para Gaspar como una hermana. Desde pequeño Gaspar había sido íntimo de Ramón, y andaba por la casa de los Ceñal como por su casa. En algún momento de debilidad, probablemente debilidad provocada por la sidra, debí contarle que a mi me seguía gustando P.G., y él, ni corto ni perezoso, se lo soltó todo a la que era entonces mi novia oficial.

Era Semana Santa. Como todos los años en aquella época, tan pronto como me dieron las vacaciones, me fui a Oviedo. Fui a buscar a Ana. Subí a su casa, pero ella no quiso ni salir a verme. Me informó de la situación una de sus hermanas. Una etapa importante de mi vida se había acabado. De nuevo estaba sin novia.

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